A manera de
Introducción de los mensajes de la Virgen María en Medjugorje
Sacado
de: http://www.medjugorje.ws/es/
( Mensaje del 24
de febrero de 2016 )
“Deseo guiarlos y
mostrarles la alegría a la que Yo deseo conducirlos a cada uno de ustedes. Por
tanto, queridos hijos, oren y abandónense totalmente a Mí.”
“Queridos hijos, mi Hijo ha sido fuente de amor y de luz, cuando en la
Tierra habló al pueblo de todos los pueblos. Apóstoles míos, seguid su luz.
Esto no es fácil: debéis ser pequeños, debéis aprender a haceros más pequeños
que los otros, y con la ayuda de la fe, llenaros de Su amor. Ningún hombre en
la tierra, sin fe, puede vivir una experiencia milagrosa. Yo estoy con
vosotros; me manifiesto a vosotros con estas venidas, con estas palabras; deseo
testimoniaros mi amor y mi preocupación maternal. Hijos míos, no perdáis el
tiempo haciendo preguntas a las que nunca recibís respuesta: al final de
vuestro viaje terreno os las dará el Padre Celestial. Sabed siempre que Dios lo
sabe todo, Dios ve y Dios ama. Mi amadísimo Hijo ilumina las vidas y dispersa
la oscuridad; y mi amor materno, que me trae a vosotros, es indescriptible,
misterioso, pero es real. Yo expreso mis sentimientos hacia vosotros: amor,
comprensión y afecto maternal. De vosotros, apóstoles míos, busco las rosas de vuestra
oración, que deben ser obras de amor; estas son para mi Corazón maternal las
oraciones más queridas, y yo se las presento a mi Hijo, que ha nacido por
vosotros. Él os ve y os escucha; nosotros siempre estamos cerca vuestro. Este
es el amor que llama, une, convierte, alienta y llena. Por eso, apóstoles míos,
amaos siempre los unos a los otros, pero, sobre todo, amad a mi Hijo: este es
el único camino hacia la salvación y hacia la vida eterna. Esta es mi oración
más querida que, con el perfume más hermoso de rosas, llena mi Corazón. Orad,
orad siempre por vuestros pastores, para que tengan la fuerza de ser la luz de
mi Hijo. ¡Os doy las gracias! ”
En la última aparición
diaria del 12 de setiembre de 1998, la Virgen le dijo a Jakov Colo que tendría
una aparición cada año, el 25 de Diciembre. Así ha ocurrido también este año.
La Virgen vino con el Niño Jesús en brazos. La aparición comenzó a las 14:20, y
duró 10 minutos, luego dio el siguiente mensaje:
“Queridos hijos, hoy en este día de gracia, de manera especial los invito
a orar por la paz. Hijos, yo he venido aquí como la Reina de la Paz y los he
invitado muchas veces a orar por la paz. Pero hijos, sus corazones están
inquietos. El pecado les impide abrirse completamente a la gracia y a la paz
que Dios desea darles. Para vivir la paz, hijos míos, es necesario que ante
todo tengan paz en vuestros corazones y estar entregados por completo a Dios y
a Su voluntad. No busquen la paz y la felicidad en las cosas de este mundo, porque
todo eso es pasajero. Tiendan hacia la verdadera misericordia y paz que
provienen solamente de Dios, y solo de esa manera sus corazones estarán llenos
de una alegría verdadera; solo de esa forma ustedes podrán convertirse en
testigos de la paz en este mundo inquieto. Yo soy vuestra Madre e intercedo
ante mi Hijo por cada uno de ustedes. Gracias por haber respondido a mi
llamado.”
Mensajes de la Virgen de
Medjugorje Sacado de: http://www.medjugorje.ws/es/
Ultimo
Mensaje, Virgen de Medjugorje - Aparición a Mirjana del 2 de Agosto del
2016
“Queridos hijos, he venido a vosotros, en medio de vosotros, para que me
deis vuestras preocupaciones, para que las presente a mi Hijo e interceda ante
Él por vosotros y vuestro bien. Sé que cada uno de vosotros tiene sus
preocupaciones, sus pruebas; por eso os invito maternalmente: venid a la Mesa
de mi Hijo. Él, por vosotros, parte el pan, se da a vosotros, os da la
esperanza. A vosotros os pide más fe, más esperanza y más vitalidad. Pide
vuestra lucha interior contra el egoísmo, contra el juicio y las debilidades
humanas. Por eso yo, como Madre, os digo: orad, porque la oración os da la
fuerza para la lucha interior. Mi Hijo, de pequeño, me decía a menudo que
muchos me habrían amado y llamado Madre. Yo, aquí en medio de vosotros, siento
amor y os doy las gracias. Por medio de este amor, ruego a mi Hijo para que
ninguno de vosotros, hijos míos, vuelva a casa igual que antes, para que
llevéis siempre más esperanza, misericordia y amor; para que seáis apóstoles
del amor, aquellos que con su vida testimoniarán que el Padre Celestial es
fuente de vida y no de muerte. Queridos hijos, nuevamente y maternalmente os
pido: orad por los elegidos de mi Hijo, por sus manos bendecidas, por vuestros
pastores, para que puedan predicar a mi Hijo siempre con más amor, y así obrar
conversiones. ¡Os doy las gracias! ”
“Hoy
los invito a todos a regocijarse continuamente por la vida que Dios les
concede. Mis queridos hijos, regocíjense en Dios el Creador, porque El los ha
creado de manera tan maravillosa.”
“Queridos
hijos! Los miro y los veo perdidos, y no tienen oración ni alegría en el
corazón. Hijitos, regresen a la oración y pongan a Dios en el primer lugar y no
al hombre. No pierdan la esperanza que les traigo. Hijitos, que este tiempo sea
para ustedes, buscar cada día más a Dios en el silencio de su corazón y oren,
oren, oren hasta que la oración se convierta en alegría para ustedes. Gracias
por haber respondido a mi llamado. ”
“Queridos hijos, mi
presencia viva y real entre vosotros, tiene que haceros felices, debido al gran
amor de mi Hijo. Él me envía entre vosotros para que con mi amor maternal os dé
seguridad, para que comprendáis que el dolor y la alegría, el sufrimiento y el
amor, hacen que vuestra alma viva intensamente; para invitaros nuevamente a
glorificar el Corazón de Jesús, el corazón de la fe: la Eucaristía. Mi Hijo,
día a día, a través de los siglos, retorna vivo en medio de vosotros, regresa a
vosotros, aunque en verdad, nunca os ha abandonado. Cuando uno de vosotros,
hijos míos, regresa a Él, mi Corazón materno exulta de alegría. Por eso, hijos
míos, regresad a la Eucaristía, a mi Hijo. El camino hacia mi Hijo es difícil,
lleno de renuncias, pero al final está siempre la luz. Yo comprendo vuestros
dolores y sufrimientos, y con amor maternal, enjugo vuestras lágrimas. Confiad
en mi Hijo, porque Él hará por vosotros lo que ni siquiera sabríais pedir.
Vosotros, hijos míos, debéis preocuparos solo por el alma, porque ella es lo
único que os pertenece en la Tierra. Sucia o limpia, la tendréis que presentar
ante el Padre Celestial. Recordad: la fe en el amor de mi Hijo siempre es
recompensada. Os pido que oréis, de manera especial, por quienes mi Hijo ha
llamado a vivir según Él y a amar a su rebaño. ¡Os doy las gracias!”
“¡Queridos hijos!
Dad gracias a Dios conmigo por el don de poder estar con vosotros. Orad, hijos
míos, y vivid los Mandamientos de Dios para que seáis felices en la Tierra.
Hoy, en este día de gracia, deseo daros mi bendición maternal de paz y de amor.
Intercedo por vosotros ante mi Hijo y os invito a perseverar en la oración para
que con vosotros pueda realizar mis planes. Gracias por haber respondido a mi
llamada.”
“Queridos hijos,
como Madre de la Iglesia, como vuestra Madre, sonrío mientras os veo venir a
mí, cómo os reunís en torno a mí y cómo me buscáis. Mis venidas entre vosotros
son prueba de cuánto el Cielo os ama. Ellas os muestran el camino hacia la vida
eterna, hacia la salvación. Apóstoles míos, vosotros que os esforzáis en tener
un corazón puro y a mi Hijo en él, estáis en el buen camino. Vosotros que
buscáis a mi Hijo, buscáis el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él
dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si estáis dispuestos al sacrificio y la
penitencia, si tenéis paciencia, misericordia y amor por vuestro prójimo.
Muchos de mis hijos no ven y no escuchan porque no quieren. No aceptan mis
palabras ni mis obras, pero mi Hijo, a través de mí, os invita a todos. Su
Espíritu ilumina a todos mis hijos en la luz del Padre Celestial, en la
comunión del Cielo y la tierra, en el amor recíproco. Porque el amor llama al
amor y hace que las obras sean más importantes que las palabras. Por tanto,
apóstoles míos, orad por vuestra Iglesia, amadla y haced obras de amor. Por
cuanto haya sido traicionada y herida, ella está aquí, porque proviene del
Padre Celestial. ¡Orad por vuestros pastores!, para que podáis ver en ellos la
grandeza del amor de mi Hijo. ¡Os doy las gracias!”.
“¡Queridos hijos!
Mi presencia es un don de Dios para todos vosotros y un estímulo a la
conversión. Satanás es fuerte y quiere poner desorden e inquietud en vuestros
corazones y pensamientos. Por eso, vosotros, hijos míos, orad para que el
Espíritu Santo os guíe por el verdadero camino de la alegría y de la paz. Yo
estoy con vosotros e intercedo ante mi Hijo por vosotros. Gracias por haber
respondido a mi llamada”
“Hijos míos, mi
Corazón materno desea vuestra sincera conversión y fe firme para que podáis
transmitir el amor y la paz a todos aquellos que os rodean. Pero, hijos míos,
no lo olvidéis: cada uno de vosotros es un mundo único ante el Padre Celestial;
por eso, permitid que la obra incesante del Espíritu Santo actúe en vosotros.
Sed, hijos míos, espiritualmente puros. En la espiritualidad está la belleza:
todo lo que es espiritual está vivo y es muy hermoso. No olvidéis que en la
Eucaristía, que es el corazón de la fe, mi Hijo está siempre con vosotros,
viene a vosotros y parte el pan con vosotros porque, hijos míos, Él ha muerto
por vosotros, ha resucitado y viene nuevamente. Estas palabras mías vosotros
las conocéis porque son la verdad y la verdad no cambia; solo que muchos hijos
míos la han olvidado. Hijos míos, mis palabras no son ni antiguas ni nuevas,
son eternas. Por eso os invito, hijos míos, a mirar bien los signos de los
tiempos, a recoger las cruces despedazadas y a ser apóstoles de la Revelación.
¡Os doy las gracias!”
“Queridos hijos, mi
Corazón Inmaculado sangra al miraos a vosotros en el pecado y en hábitos
pecaminosos. Os estoy llamando: regresad a Dios y a la oración para que seáis
felices en la Tierra. Dios os llama a través de mí para que vuestros corazones
sean esperanza y alegría para todos los que están lejos. Que mi llamada sea un
bálsamo para el alma y el corazón a fin de que glorifiquéis a Dios Creador, que
os ama y os llama a la eternidad. Hijos míos, la vida es breve, aprovechad este
tiempo para hacer el bien. Gracias por haber respondido a mi llamada.”
“Queridos hijos, no
tengáis corazones duros, cerrados y llenos de temor. Permitid a mi amor materno
iluminarlos y llenarlos de amor y de esperanza, para que yo, como Madre, pueda
atenuar vuestros dolores, porque los conozco y los he experimentado. El dolor
eleva y es la oración más grande. Mi Hijo ama de manera especial a los que
padecen dolores. Él me ha enviado para que os los atenúe y traeros esperanza.
¡Confiad en Él! Sé que para vosotros es difícil, porque a vuestro alrededor
veis cada vez más tiniebla. Hijos míos, es necesario aniquilarla con la oración
y el amor. Quien ora y ama no teme, tiene esperanza y amor misericordioso. Ve
la luz, ve a mi Hijo. Como apóstoles míos, os llamo para que intentéis ser
ejemplo de amor misericordioso y de esperanza. Siempre volved a orar para tener
el mayor amor posible, porque el amor misericordioso porta la luz que aniquila
toda tiniebla, porta mi Hijo. No tengáis miedo, no estáis solos: Yo estoy con
vosotros. Os pido que oréis por vuestros pastores, para que en todo momento
tengan amor, y actúen con amor hacia Mi Hijo, por medio de Él y en memoria de
Él. ¡Os doy las gracias!”
“Queridos hijos!
Hoy os traigo mi amor. Dios me ha permitido amaros y por amor llamaros a la
conversión. Hijos míos, vosotros sois pobres en el amor y aún no habéis
comprendido que mi Hijo Jesús por amor dio su vida para salvaros y daros la
vida eterna. Por eso orad, hijos míos, orad para que en la oración comprendáis
el amor de Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
“Con un corazón
materno lleno de amor hacia vosotros, mis hijos, deseo enseñaros la plena
confianza en Dios Padre. Deseo que aprendáis a seguir la voluntad de Dios
mirándoos y escuchándoos interiormente. Deseo que aprendáis a confiar
infinitamente en Su gracia y en Su amor, como yo siempre he confiado. Por eso,
hijos míos, purificad vuestros corazones. Liberaos de todo lo que os ata
únicamente a lo terrenal y permitid a lo divino dar forma a vuestra vida a
través de vuestra oración y sacrificio; que en vuestros corazones esté presente
el Reino de Dios; que comencéis a vivir a partir de Dios Padre; que procuréis
caminar siempre con mi Hijo. Y para todo esto, hijos míos, debéis ser pobres en
espíritu y estar llenos de amor y de misericordia. Debéis tener corazones puros
y simples, y estar siempre dispuestos a servir. Hijos míos, escuchadme, hablo
en nombre de vuestra salvación. ¡Os doy las gracias!”
“Queridos hijos, mi
venida en medio de vosotros es un regalo del Padre Celestial para vosotros. Por
Su amor, vengo a ayudaros a encontrar el camino hacia la verdad, a encontrar el
camino hacia mi Hijo. Vengo a confirmaros la verdad. Quiero recordaros las
palabras de mi Hijo. Él ha pronunciado palabras de salvación para todo el
mundo, palabras de amor para todos, amor que demostró con Su sacrificio. Pero
también, hoy muchos de mis hijos no lo conocen, no desean conocerlo, son
indiferentes. A causa de vuestra indiferencia mi Corazón sufre dolorosamente.
Mi Hijo ha estado siempre en el Padre. Al nacer en la Tierra, traía lo divino,
y de mí adquirió lo humano. Con Él llegó a nosotros la Palabra. Con Él llegó la
luz del mundo, que penetra en los corazones, los ilumina y los llena de amor y
de consuelo. Hijos míos, todos los que aman a mi Hijo lo pueden ver, porque Su
rostro se ve en las almas que están llenas de amor hacia Él. Por lo tanto,
hijos míos, apóstoles míos, escuchadme: dejad la vanidad y el egoísmo, no
viváis solo para lo terrenal, lo material. Amad a mi Hijo y haced que los demás
vean Su rostro por medio de vuestro amor por Él. Yo os ayudaré a conocerlo
siempre más y os hablaré de Él. ¡Os doy las gracias!”
“Queridos hijos, en
este tiempo de gracia os invito a todos a la conversión. Hijos míos, vosotros
amáis poco y oráis aún menos. Estáis perdidos y no sabéis cuál es vuestro
propósito. Tomad la cruz, mirad a Jesús y seguidle. Él se entrega a vosotros
hasta la muerte en la cruz, porque Él os ama. Hijos míos, os invito a regresar
a la oración con el corazón, para que en la oración podáis encontrar la
esperanza y el sentido de vuestra existencia. Yo estoy con vosotros y oro por
vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
“Queridos hijos, también hoy os traigo en mis brazos a mi Hijo Jesús y desde este abrazo os doy Su paz y el anhelo por el Cielo. Oro con vosotros por la paz y os invito a ser paz. Os bendigo a todos con mi bendición maternal de paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
“Queridos hijos, de nuevo quiero hablaros del amor. Os he reunido en torno a mí, en Nombre de mi Hijo, según Su voluntad. Quiero que vuestra fe sea firme y que provenga del amor, porque mis hijos que comprenden el amor de mi Hijo y lo siguen, viven en el amor y en la esperanza. Ellos han conocido el amor de Dios. Por eso, hijos míos, orad, orad para que podáis amar más y hacer obras de amor, porque la fe sola, sin amor y sin obras de amor, no es lo que busco de vosotros. Hijos míos, esa es una apariencia de fe, eso es vanagloriarse. Mi Hijo pide fe y obras, amor y bondad. Yo oro y os pido también a vosotros, que oréis y viváis el amor, porque quiero que mi Hijo, cuando mire los corazones de todos mis hijos, pueda ver en ellos amor y bondad, y no odio ni indiferencia. Queridos hijos, apóstoles de mi amor, no perdáis la esperanza, no pierdáis la fuerza, vosotros podéis lograrlo. Yo os aliento y os bendigo, porque todas las cosas de esta tierra –que desgraciadamente muchos hijos míos ponen en el primer lugar– desaparecerán, y permanecerán solo el amor y las obras de amor, que os abrirán las puertas del Reino de los Cielos. Yo os estaré esperando en Esas puertas. En Esas puertas quiero esperar y abrazar a todos mis hijos. ¡Os doy las gracias!”
(La Virgen María cuando dice “Os doy las gracias” se refiere que da las gracias por haber rezado el Santo Rosario para la paz y conversión del mundo)
“Queridos hijos! Mi oración también hoy es para todos vosotros, especialmente para aquellos que se han vuelto duros de corazón a mi llamada. Vosotros vivís días de gracia y no sois conscientes de los dones que Dios os da a través de mi presencia. Hijos míos, decidíos también hoy por la santidad y tomad el ejemplo de los santos de estos tiempos y veréis que la santidad es una realidad para todos vosotros. Regocijaos en el amor, hijos míos, porque vosotros sois únicos e insustituibles ante los ojos de Dios, porque sois la alegría de Dios en este mundo. Testimoniad la paz, la oración y el amor. Gracias por haber respondido a mi llamada.”
“Queridos hijos: aquí estoy entre vosotros para alentaros, para llenaros con mi amor y para invitaros nuevamente a ser testigos del amor de mi Hijo. Muchos de mis hijos no tienen esperanza, no tienen paz, no tienen amor. Ellos buscan a mi Hijo, pero no saben cómo ni dónde encontrarlo. Mi Hijo les abre a ellos sus brazos, y vosotros debéis ayudarles a que lleguen a Su abrazo. Hijos míos, por eso debéis orar por el amor. Debéis orar mucho, mucho para que siempre tengáis vosotros más amor, porque el amor vence a la muerte y hace que la vida perdure.
Apóstoles de mi amor, hijos míos, con un corazón simple y sincero, uníos siempre en oración por muy lejos que estéis los unos de los otros. Animaos mutuamente en el crecimiento espiritual, como yo os animo a vosotros. Yo velo por vosotros y estoy junto a vosotros siempre que pensáis en mí.
Orad también por vuestros pastores: por aquellos que han renunciado a todo por mi Hijo y por vosotros. ¡Amadlos y orad por ellos! El Padre Celestial escucha vuestras oraciones. ¡Os doy las gracias!”
(La Virgen María cuando dice “Os doy las gracias” se refiere que da las gracias por haber rezado el Santo Rosario para la paz y conversión del mundo)
“Queridos hijos, también hoy oro al Espíritu Santo para que llene vuestros corazones con una fe firme. La oración y la fe llenarán vuestro corazón de amor y de alegría, y vosotros seréis una señal para aquellos que están lejos de Dios. Hijos míos, exhortaos unos a otros a la oración con el corazón, para que la oración llene vuestra vida, y vosotros, hijos míos, cada día seréis, sobre todo, testigos del servicio a Dios en la adoración y al prójimo en la necesidad. Yo estoy con vosotros e intercedo por todos vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”